Nacido en España en el año 1400, san Diego llevó una vida humilde y eremítica. Formó parte de la Orden de Hermanos Menores Franciscanos y a lo largo de su existencia dio diversas muestras de su santidad, adjudicándose la milagrosa sanación de muchos enfermos incurables.

San Diego mostró grandes aptitudes para cuidar a los enfermos lo que lo llevó a realizar labores de enfermero en algunos hospitales. Se dice que los untaba con aceite de la lámpara del altar de la Virgen y milagrosamente se curaban. En 1562 el rey Felipe II imploró su intercesión para lograr la sanación del príncipe Carlos quien sufrió una peligrosa caída y, a los pocos días, se curaron sus heridas.

Tras pasar sus últimos años dedicado a la oración San Diego murió en 1563 y en 1588 fue canonizado por el papa Sixto V. Este pequeño retablo fue ofrecido por una fiel devota como muestra de agradecimiento ante la divina intercesión de San Diego para que sus padres recuperaran la salud. Este exvoto data de 1883 y se exhibe en la exposición temporal Memoria de Milagros. Visita virtualmente esta exposición en la Mediateca INAH.

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