En los dos equinoccios, la sombra de Kukulkán, la serpiente, desciende de su templo para fertilizar la tierra, mientras el jaguar rojo, oculto en el Templo de los Guerreros, hace brillar sus manchas de jade. Así es esta antigua capital, Patrimonio de la Humanidad.
Desde 1988 Chichén Itzá figura en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Ciudad poderosa, extensa; capital guerrera y al mismo tiempo urbe de palacios y templos imponentes. Maya de abolengo, estuvo influida por los toltecas y atrajo lo mismo a pobladores de ciudades cercanas—Uxmal, Cobá, Chacmultún— que lejanas, por ejemplo Tula. Integrante desde el 987 d.C. de la Liga de Mayapán, durante su esplendor, hace entre catorce y ocho siglos, albergó 50,000 habitantes: agricultores, constructores, artesanos, gobernantes, artistas y sacerdotes. Llama la atención su importante red de caminos apisonados o sacbe’ob (plural de sacbé). De Tula provino el culto a Kukulcán —Quetzalcóatl— y la arquitectura con profusas columnas, algunas que recuerdan la forma de una serpiente. El admirable Templo de las Mil Columnas, por ejemplo, trae a la memoria el del "Señor en donde nace la aurora”, Tlahuizcalpantecuhtli (advocación de Quetzalcóatl), en la capital tolteca. La estructura principal de la ciudad, El Castillo, se conoce también como Templo de Quetzalcóatl, y es un monumento que simboliza principalmente el calendario solar; en ese sentido, es un monumento al tiempo. Esta y otras construcciones piramidales altas, de base cuadrada o rectangular, poseen largas escalinatas bordeadas por alfardas robustas. Es el estilo que ahora se nombra maya-tolteca. Del oriente de Yucatán recibió también el afiligranado estilo Puuc, plasmado en una decoración preciosista hecha de mascarones del dios de la lluvia, Chaac, y en numerosas grecas de piedra pulida entreveradas con pequeños pilares y esculturas menores en estructuras de poca altura. Tiene también —antecedente muy antiguo— edificios de base circular, como su sorprendente observatorio, conocido como El Caracol. La grandiosa obra empezó con el arduo aplanado del suelo en diversos estratos, sobre los que se erigieron los palacios y templos, entre ellos El Castillo, el Juego de Pelota, el Templo de las Grandes Mesas, el Templo de los Guerreros, el Tzompantli, la Plataforma de Águilas y Jaguares, y la Plataforma de Venus. En una gran plaza cuadrangular levantaron el Mercado, el Templo de las Columnas Esculpidas y el Templo de las Pequeñas Mesas. En los equinoccios de primavera y otoño, sobre la escalinata norte del edificio conocido como el Castillo o Pirámide de Kukulkan, se produce un calculado efecto de luz y sombra generado por el edificio, en el cual se delinea el cuerpo de una serpiente, fenómeno que ha sido interpretado como el descenso del dios Kukulkan, quien vendría a fertilizar la tierra y, con ello dar continuidad al ciclo agrícola tan importante en la cosmovisión mesoamericana.