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|aLa Revolución ha tenido su tutora, su madrastra. Washington le ha dado ya todo su apoyo a don Venustiano, y los sufrimientos, los desvelos, los actos heroicos y la Toma de Zacatecas, donde fueron apagados los últimos destellos del Ejército federal, han sido capitalizados irónicamente por los carrancistas. El rápido avance del Centauro ha sido como una inyección de adrenalina para que el Barbón recoja los laureles de la victoria, pues a partir de entonces Villa aparecerá ante el mundo como un héroe fracasado, ya que Japón, que había tenido tratos con él, y Alemania, que lo había utilizado para provocar un conflicto con Estados Unidos a efecto de mantener a los norteamericanos fuera de la contienda europea, le han dado la espalda.
Estos y otros acontecimientos han hecho una fisura en la familia revolucionaria y el villismo empieza a ser borrado del mapa para que los jefes constitucionalistas, sin mérito alguno, ocupen los altos puestos en el ejército. Zacatecas queda bajo el imperio de las tropas carrancistas que se mantienen aquí, como en Chihuahua y Durango, a base de terror, pues en sus garras empiezan a caer algunos comandantes de la División del Norte. Ya el Perfumado, como solía decir Villa cuando se refería a Obregón, ha empezado a intrigar para que muchos generales abandonen la División del Norte, y el caso es que no solamente los militares se suman a la desbandada, sino aun los civiles que militan en ella; tal es el caso del poeta peruano José Santos Chocano, “que había venido a cantar las glorias de Villa”.
Tomás Domínguez, espíritu sincero que desde un principio estuvo adherido a las ideas antiporfiristas con un puñado de rancheros cabales, humoristas, sentimentales y nutridos en las propagandas floresmagonistas, se levantó contra el gobierno y al triunfo del maderismo retornó a la oscuridad de donde procedía; pero tras el cuartelazo de la Ciudadela se une a Villa. Su vida es un caleidoscopio de triunfos y derrotas con variados resultados. Replegado a una pequeña gloria, permanece leal al Centauro del Norte. Al declinar el año de 1915, ya Villa desconfía aun de aquellos que le sirven como perros, pues se empieza a hacer tradición que sus hombres defeccionen. Domínguez se vuelve contra la costumbre, se enfrenta al destino y prefiere la muerte antes que “voltear chaqueta” y en la última incursión por sus lares, su temeridad (que a veces tiene visos legendarios) se ve manchada en la hacienda de San José de Llanetes, municipio de Valparaíso, cuando “tentándoles” con un cuchillo el corazón, deja sin vida a 33 carrancistas en un acto de venganza sin parangón en la comarca; luego emprende la marcha a la frontera y de regreso, cuando iba a la capital a amnistiarse, es aprehendido en la ciudad de Zacatecas. Se le ofrece entonces, aunque se duda, la rehabilitación con el grado de divisionario en el “ejército constitucionalista” con tal que renuncie a su jefe, pero él prefiere morir villista antes que ingresar a la nueva burocracia militar, llena de voracidad, de rapacidad, que lleva el nombre de carrancismo y que degenera, según la voz pública, en carranclanes, generales sin batalla que se carrancean cuanto pueden y que invadirán al país como un cáncer. |