Hacia la segunda mitad del siglo XVI, en los valles centrales de Puebla, se levantó un modesto convento que primero perteneció a la orden franciscana y después a la agustina: el de Huatlatlauca. Esta última orden, que llegó hacia 1568, terminó la construcción del convento, el claustro y las pinturas murales ubicadas allí, entre las que destaca la de un gran esqueleto que flecha y abate a una serie de personajes. Composiciones como ésta fueron muy conocidas en Europa y representadas en diversos grabados, donde la muerte flecha a personajes de diversos estratos sociales. Si bien el tema de la muerte como triunfadora sobre la vida contiene un sentido moralizante, el mural estudiado aquí posee sus particularidades, con una influencia del artista indígena, que siguió los modelos europeos, pero también plasmó su ideología con base en su conocimiento ancestral.